jueves, 11 de junio de 2015

El arte como experiencia personal de autoconocimiento



Por Nieves Batista                                                                                  _______
Psicoterapeuta en Gestalt y Biosíntesis
Artista Plástica
Facilitadora de Procesos Creativos
El arte suele considerarse una experiencia sublime de las capacidades humanas; en este artículo quiero hacer énfasis en lo sublime del proceso creativo que puede llevar o no a un resultado artístico.

Ya muchos autores han sostenido que la capacidad creativa es inherente al ser humano. No lo ponemos en duda, el ser humano es creativo por naturaleza; la creatividad  es una cualidad humana, pudiendo estar más desarrollada o menos desarrollada dependiendo de múltiples factores. Y si bien pasamos buena parte de nuestra cotidianeidad conectados a la funcionalidad del pensamiento lineal, secuencial, temporal; el resto de nuestras capacidades mentales pugna por salir y aparecer en escena.



Cuando decimos pensamiento lineal, secuencial, temporal, nos referimos a la inteligencia racional del hemisferio izquierdo de nuestra neocorteza cerebral. Cuando hablamos de las otras capacidades mentales, nos estamos refiriendo a las capacidades del hemisferio derecho, justamente las que suelen estar más asociadas al proceso creativo, a la improvisación, al dejar fluir, a conectar con los deseos. Estas capacidades, que Elaine de Beauport las denomina también inteligencias, son: la inteligencia asociativa, inteligencia espacial-visual-auditiva y la inteligencia intuitiva.

Si bien ambos hemisferios cerebrales suelen funcionar cuando somos niños, como un tándem; en muchos casos y a medida que crecemos, solemos priorizar  la inteligencia racional por encima del resto de nuestras inteligencias mentales, ya que durante mucho tiempo se ha valorado lo racional, lo consciente, en aras de un desarrollo cognitivo que ha propiciado un gran desarrollo tecnológico, un incremento de producción y un intento de dominio de la naturaleza en general.

En este momento, y cada vez más, estamos redescubriendo al ser humano y redescubriéndo-nos y aceptándo-nos a nosotros mismos, como seres mucho más completos y complejos que lo que podríamos inferir desde el raciocinio.
Además de ser estos seres racionales, que durante siglos hemos dado por hecho que la razón es lo que nos diferencia del resto de los animales; somos seres creativos, lo que también nos diferencia de los demás animales.

Y ¿qué está en juego en los procesos creativos?
Por una parte, nuestra inteligencia asociativa, que es la capacidad de asociar y poner en contacto ideas o elementos aparentemente desconectados y que en nuestro juego creativo descubrimos o generamos la conexión.

Por otra parte, esa conexión que hemos descubierto, la evidenciamos, -la plasmamos de alguna manera- generamos un registro, ya sea una forma, un movimiento o un sonido. Nos referimos a nuestra inteligencia espacial-visual-auditiva
Un tercer aspecto que está en juego en los procesos creativos es nuestra inteligencia intuitiva; es esa posibilidad de saber desde dentro, es un conocimiento directo, un saber que no tiene que ver con lo aprendido.

Como vemos, los procesos creativos, demandan la activación de aspectos y capacidades humanas del hemisferio derecho de nuestro cerebro, relacionadas con el conocimiento interno, con el generar y evidenciar nuevas conexiones a través de una forma, un movimiento, un sonido. Y como añadido, no menos importante, el hemisferio derecho es una puerta de entrada al denominado sistema límbico, también conocido como el cerebro del sentir o el cerebro de las emociones.

Estas cualidades humanas que se ponen en funcionamiento en los procesos creativos, nos permiten un acceso a aspectos nuestros muy conectados con lo no consciente, con ese mar inmenso de posibilidades que somos cada uno y con el que también conectamos cuando estamos en estado de meditación, con ese caldo primero en el que todo es posible.  Y ante ese caldo inmenso, por alguna razón cada uno de nosotros, conectamos diferentes elementos, y encontramos una manera personal de evidenciarlo. Aquí el contenido y la forma están profundamente imbricados, puede aparecer una forma, un movimiento, un sonido y solo luego de ejecutarlo, de verlo, de escucharlo, y a veces sólo, hasta un tiempo después, es que logramos comprender qué estamos asociando, qué nueva realidad estamos creando, qué emoción está involucrada, qué necesitamos para dar un paso más en nuestra evolución, a qué nueva realidad aspiramos.

Podemos acercarnos a crear, desde el reto de hacer una obra, si esto no nos resulta familiar, también podemos acercarnos desde el contactar y expresar  una emoción, con color o con movimiento. También podemos jugar a encontrar ideas aparentemente incoherentes y ponerlas en contacto, a través de dibujos o de palabras. Podemos jugar  a crear nuevos significados poniendo en relación palabras de ámbitos diferentes o también darle la palabra a nuestras sensaciones. Cualquier movimiento en el sentido de tener acceso a nuestro mundo inconsciente y que logremos expresarlo, nos ayuda a tener más visibilidad sobre nosotros mismos y a un mayor autoconocimiento.

Eso sí, cualquier acercamiento hacia nuestras hermosas capacidades del hemisferio derecho, para que continúen  bailando en tándem con nuestro raciocinio, como cuando éramos niñ@s, hagámoslo desde la amabilidad. Seduciéndonos a nosotros mismos, evitando los juicios , porque las capacidades del hemisferio derecho suelen ser tímidas y escurridizas, y ante un cuestionamiento venido desde la lógica implacable, dan media vuelta y regresan a su escondrijo habitual, sólo atreviéndose a emerger en el sueño. 

La idea de que como adultos también podamos volver a funcionar con ambos hemisferios en tándem, en la vida cotidiana, me parece apasionante. Sobre ello escribiremos en el próximo artículo.

Les deseo que disfruten la danza de sus hemisferios cerebrales.

Nieves Batista
http://nievesbatistaobrasypalabras.blogspot.com.es/

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